domingo, 24 de agosto de 2008

¡¿¡¿¡¿Los tiempos de antes eran mejores?!?!?!

En la última entrada dije que seguiría escribiendo porque aun quedaba tinta en el tintero, para los desmemoriados de nuestro País.
Pero hoy no voy hablar de eso, quiero hablar de otra cosa que hace mucho que me ronda por la cabeza, sobre si “los tiempos de antes eran mejores”.
Frase que le escuche muchas veces a mi amiga Carmen, la mamá de mi ahijada Lourdes, era un latiguillo en ella decirla una y otra vez.
Yo muchas veces la retaba (reprendía) y le decía “Carmen déjate de joder pareces una vieja”, en muchas oportunidades llegue a pensar que ella la decía por todo lo que estaba pasando en su vida.
Un día les hablare de ella, ya que es un Canto a la vida, esta maravillosa mujer.
Dice la escritora Mónica López Ocón que "La nostalgia no se cura porque sólo se curan los males y mi nostalgia figura en el inventario de los bienes heredados. A su vez, alguien la heredará de mí"
Y doy fe que es así, por eso amo al Pueblo de mi padre su querido Ballobar con la misma intensidad con que él lo ama.
Yo he heredado de mi Papá muchísimas cosas, como por ejemplo el guardar todo, no tiro nada todo sirve y vuelvo a dar fe de que es así.
Mi madre, Ricardo y mi hermana siempre me dicen “Sos igual a Papi, siempre juntando cachivaches” pero bien que más de una vez los cachivaches nuestros los salvan a ellos Jeje.
Gaby también lleva en sus genes cosas nuestras, le encanta comprar cosas antiguas o guardar aquellas que tenemos en casa o escuchar las historias viejas que mi padre le cuenta.
Les cuento una de anoche, ayer llego Hernán de Mendoza (una provincia de Argentina) y vino a cenar con nosotros y nos trajo de su viaje unas uvas con licor y chocolate (que son “un poema”jeje) y una botella de vino, la cual su caja venia recubierta con un nylon con aire, para que no se rompiese durante el vuelo, enseguida me guarde el envoltorio y le pregunte si tenia más y si era así no los tirara a la basura, que me los trajera que ya les daría utilidad. No puedo con mi genio es mas fuerte que yo jeje.
Bueno volviendo a los recuerdos ..., no hay la menor duda, que forman parte de nuestra historia de vida y que han sido muy especiales e importantes.
Y hoy me parece muy bueno poder plasmarlos aquí, y no sólo en mi vida diaria con mis afectos y especial con Pablo, que siempre me tiene en cuenta con algún escrito o alguna PPS.
El recordar nos devuelve y nos transporta a otros tiempos. Y esto NO significa que uno no viva el presente con alegría y felicidad, sino todo lo contrario ya que la palabra RECORDAR viene del Latín “recordari”, formado de re (de nuevo) y cordis (corazón). Entonces recordar es mucho mas que tener a alguien o algo en la memoria, recordar es volver a pasar una y otra vez por el corazón lo vivido.
Durante estos últimos años he ido haciendo un recontó de las cosas vividas ¡¡¡La pucha que han sido maravillosas!!!
Pero hoy voy a compartirles algo que leí de Eduardo Galeano, un gran escritor uruguayo autor de varios libros como por ejemplo “Las venas abiertas de América Latina” seguro que a Pablo Urrea Berniz le habrá gustado mucho, el se lo llevo de aquí, cuando recorrió América del Sur en Bicicleta.
También debo destacar “ El libro de los abrazos” el cual llego a mis manos, por medio de Diego como regalo de Cumpleaños, realmente un libro maravilloso que vuelvo a leerlo una y otra vez.

Ahora a disfrutar de este ecrito de Galeano



Lo que me pasa es que no consigo andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función o achicarlo un poco. No hace tanto con mi mujer lavábamos los pañales de los críos. Los colgábamos en la cuerda junto a otra ropita; los planchábamos, los doblábamos y los preparábamos para que los volvieran a ensuciar. Y ellos, nuestros nenes, apenas crecieron y tuvieron sus propios hijos se encargaron de tirar todo por la borda (incluyendo los pañales). ¡Se entregaron inescrupulosamente a los desechables! Si, ya lo sé. A nuestra generación siempre le costó tirar. ¡Ni los desechos nos resultaron muy desechables! Y así anduvimos por las calles guardando los mocos en el bolsillo y las grasas en los repasadores. Y nuestras hermanas y novias se las arreglaban como podían con algodones para enfrentar mes a mes su fertilidad. ¡Nooo! Yo no digo que eso era mejor. Lo que digo es que en algún momento me distraje, me caí del mundo y ahora no sé por donde se entra. Lo más probable es que lo de ahora esté bien, eso no lo discuto. Lo que pasa es que no consigo cambiar el equipo de música una vez por año, el celular cada tres meses o el monitor de la computadora todas las navidades.¡Guardo los vasos desechables! ¡Lavo los guantes de látex que eran para usar una sola vez! ¡Apilo como un viejo ridículo las bandejitas de espuma plástica de los pollos! ¡Los cubiertos de plástico conviven con los de acero inoxidable en el cajón de los cubiertos! Es que vengo de un tiempo en que las cosas se compraban para toda la vida. ¡Es más! ¡Se compraban para la vida de los que venían después! La gente heredaba relojes de pared, juegos de copas, fiambreras de tejido y hasta palanganas y escupideras de loza. Y resulta que en nuestro no tan largo matrimonio, hemos tenido más cocinas que las que había en todo el barrio en mi infancia y hemos cambiado de heladera tres veces. ¡Nos están fastidiando! Yo los descubrí. ¡Lo hacen adrede! Todo se rompe, se gasta, se oxida, se quiebra o se consume al poco tiempo para que tengamos quecambiarlo. Nada se repara. Lo obsoleto es de fábrica. ¿Dónde están los zapateros arreglando las medias suelas de las Nike?¿Alguien ha visto a algún colchonero escardando sommiers casa por casa? ¿Quién arregla los cuchillos eléctricos? ¿El afilador o el electricista?¿Habrá teflón para los hojalateros o asientos de aviones para los talabarteros? Todo se tira, todo se desecha y mientras tanto producimos más y más basura. El otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40 años que en toda la historia de la humanidad. El que tenga menos de 40 años no va a creer esto: ¡Cuando yo era niño por mi casa no pasaba el basurero! ¡Lo juro! ¡Y tengo menos de........... años! Todos los desechos eran orgánicos e iban a parar al gallinero, a los patos o a los conejos (y no estoy hablando del siglo XVII). No existía el plástico ni el nylon. La goma sólo la veíamos en las ruedas de los autos y las que no estaban rodando las quemábamos en San Juan. Los pocos desechos que no se comían los animales servían de abono o se quemaban. De por ahí vengo yo. Y no es que haya sido mejor. Es que no es fácil para un pobre tipo al que educaron en el "guarde y guarde que alguna vez puede servir para algo" pasarse al "compre y tire que ya se viene el modelo nuevo". Mi cabeza no resiste tanto. Ahora mis parientes y los hijos de mis amigos no sólo cambian de celular una vez por semana, sino que además cambian el número, la dirección electrónica y hasta la dirección real. Y a mí me prepararon para vivir con el mismo número, la misma mujer, la misma casa y el mismo nombre (y vaya si era un nombre como para cambiarlo) Me educaron para guardar todo. ¡¡¡Toooodo!!! Lo que servía y lo que no. Porque algún día las cosas podían volver a servir. Le dábamos crédito a todo. Si, ya lo sé, tuvimos un gran problema: nunca nos explicaron qué cosas nos podían servir y qué cosas no. Y en el afán de guardar (porque éramos de hacer caso) guardamos hasta el ombligo de nuestro primer hijo, el diente del segundo, las carpetas del jardín de infantes y no sé cómo no guardamos la primera caquita. ¿Cómo quieren que entienda a esa gente que se desprende de su celular a los pocos meses de comprarlo? ¿Será que cuando las cosas se consiguen fácilmente no se valoran y se vuelven desechables con la misma facilidad con que se consiguieron? En casa teníamos un mueble con cuatro cajones. El primer cajón era para los manteles y los repasadores, el segundo para los cubiertos y el tercero y el cuarto para todo lo que no fuera mantel ni cubierto. Y guardábamos... ¡Como guardábamos! ¡Tooooodo lo guardábamos! ¡Guardábamos las chapitas de los refrescos! ¡¿Cómo para qué?! Hacíamos limpia calzados para poner delante de la puerta para quitarnos el barro. Dobladas y enganchadas a una piola se convertían en cortinas para los bares. Al terminar las clases le sacábamos el corcho, las martillábamos y las clavábamos en una tablita para hacer los instrumentos para la fiesta de fin de año de la escuela.¡Tooodo guardábamos! Las cosas que usábamos: mantillas de faroles, ruleros, ondulines y agujas de primus. Y las cosas que nunca usaríamos. Botones que perdían a sus camisas y carreteles que se quedaban sin hilo se iban amontonando en el tercer y en el cuarto cajón. Partes de lapiceras que algún día podíamos volver a precisar. Tubitos de plástico sin la tinta, tubitos de tinta sin el plástico, capuchones sin la lapicera, lapiceras sin el capuchón. Encendedores sin gas o encendedores que perdían el resorte. Resortes que perdían a su encendedor. Cuando el mundo se exprimía el cerebro para inventar encendedores que se tiraban al terminar su ciclo, inventábamos la recarga de los encendedores descartables. Y las Gillette -hasta partidas a la mitad- se convertían en sacapuntas por todo el ciclo escolar. Y nuestros cajones guardaban las llavecitas de las latas de sardinas o del corned beef, por las dudas que alguna lata viniera sin su llave. ¡Y las pilas! Las pilas de las primeras Spica pasaban del congelador al techo de la casa. Porque no sabíamos bien si había que darles calor o frío para que vivieran un poco más. No nos resignábamos a que se terminara su vida útil, no podíamos creer que algo viviera menos que un jazmín. Las cosas no eran desechables. Eran guardables. ¡Los diarios! Servían para todo: para hacer plantillas para las botas de goma, para poner en el piso los días de lluvia y por sobre todas las cosas para envolver! ¡Las veces que nos enterábamos de algún resultado leyendo el diario pegado al trozo de carne! Y guardábamos el papel plateado de los chocolates y de los cigarros para hacer guías de pinitos de navidad y las páginas del almanaque para hacer cuadros y los cuentagotas de los remedios por si algún medicamento no traía el cuentagotas y los fósforos usados porque podíamos prender una hornalla de la Volcán desde la otra que estaba prendida y las cajas de zapatos que se convirtieron en los primeros álbumes de fotos. Y las cajas de cigarros Richmond se volvían cinturones y posa-mates y los frasquitos de las inyecciones con tapitas de goma se amontonaban vaya a saber con que intención, y los mazos de naipes se reutilizaban aunque faltara alguna, con la inscripción a mano en una sota de espada que decía "este es un 4 de bastos". Los cajones guardaban pedazos izquierdos de palillos de ropa y el ganchito de metal. Al tiempo albergaban sólo pedazos derechos que esperaban a su otra mitad para convertirse otra vez en un palillo. Yo sé lo que nos pasaba: nos costaba mucho declarar la muerte de nuestros objetos. Así como hoy las nuevas generaciones deciden "matarlos" apenas aparentan dejar de servir, aquellos tiempos eran de no declarar muerto a nada. Ni a Walt Disney. Y cuando nos vendieron helados en copitas cuya tapa se convertía en base y nos dijeron: "Cómase el helado y después tire la copita", nosotros dijimos que sí, pero, ¡minga que la íbamos a tirar! Las pusimos a vivir en el estante de los vasos y de las copas. Las latas de arvejas y de duraznos se volvieron macetas y hasta teléfonos. Las primeras botellas de plástico se transformaron en adornos de dudosa belleza. Las hueveras se convirtieron en depósitos de acuarelas, las tapas de bollones en ceniceros, las primeras latas de cerveza en portalápices y los corchos esperaron encontrarse con una botella. Y me muerdo para no hacer un paralelo entre los valores que se desechan y los que preservábamos. Ah, ¡no lo voy a hacer! Me muero por decir que hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; que también el matrimonio y hasta la amistad es descartable. Pero no cometeré la imprudencia de comparar objetos con personas. Me muerdo para no hablar de la identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero. No lo voy a hacer. No voy a mezclar los temas, no voy a decir que a lo perenne lo han vuelto caduco y a lo caduco lo hicieron perenne. No voy a decir que a los ancianos se les declara la muerte apenas empiezan a fallar en sus funciones, que los cónyuges se cambian por modelos más nuevos, que a las personas que les falta alguna función se les discrimina o que se valora más a los lindos, con brillo y glamour. Esto sólo es una crónica que habla de pañales y de celulares. De lo contrario, si mezcláramos las cosas, tendría que plantearme seriamente entregar a la bruja como parte de pago de una señora con menos kilómetros y alguna función nueva. Pero yo soy lento para transitar este mundo de la reposición y corro el riesgo de que la bruja me gane de mano y sea yo el entregado.

Aquí les dejo algunos recuerdos en imagenes para que disfruten

Chau chau

Iris


Las famosas mamaderas de vidrio.


¡¡¡ Eran espectaculares!!!
Pero los de ahora ya no son lo mismo.




¡¡¡Que lindo!!!
Yo tenía uno así

El famoso Braun Metal
cuantas veces vi cocinar a mi abuela en él.
Aún mi Papá lo tiene.
"Uuuuu Mantecol"
decía el cantito de estos simpáticos personajes.

Las D.R.F de vez en cuando
como alguna, pero ya no és igual el sabor

De muy buena calidad eran estás "ceritas",
ya no son las mismas las que se fabrican ahora.
El Organillero
Hace unos años vistando el pueblo de Luján,
recuerdo haber visto uno.
Que hermosa la música del organillo,
cierro mis ojos y me parece oirla.
Que rico era.
Pero a mi particularmente me gustaba más el Tody.
¡¡¡Arriba el Tody!!!









2 comentarios:

Pablo_snm~El necio dijo...

Me pasó algo raro con esta entrada: me dieron ganas de contestarte en cada párrafo. Y es que se parece mucho a nuestras charlas. Si mal no recuerdo, la última vez que nos vimos recordábamos palabras en "deshuso" (la `h´ intermedia en esta palabra también está en desuso y la usé a propósito, auqnue esta explicación pareciera un trabalenguas). Y entre esas palabras que recordábamos apareció "cachivaches", que leo en tu entrada con una sonrisa.
En fin, me gustó mucho leerte -una vez más- y me gustó esa sencación a charla que me dejó, le dio un gustito a presencia que es grato reconocer en los textos de gente querida.
Besitos!!

Anónimo dijo...

Hola amiga
Que lindo cuanto me emociono todo, Eso que dijiste de que recordar en pasar lo vivido muchas veces por el corazón.
Me emociono el relato de Galeano, el tan simple dijo todo lo que yo querria decir, cuantas verdades, cuantos recuerdos guardados que volvieron a salir me reencanto como dicen los chicos.
Animate y comparti con todos, esos relatos de antes que tan bien contas y que tantas veces compartimos.
Vos sabes que me cuesta expresarme, por que soy muy vergonzosa, por eso muchas veces no dejo comentarios aunque despues siempre te digo algo, pero hoy fue lindo ver cosas de cuando eramos chicas GRACIAS.
Tambien quiero felicitar a Pablo, visite su blog y me gusto mucho especialmente lo ultimo que escribio sobre su mamá, lastima que no escribe tan seguido.
Dale genia escribi las anecdotas de tu familia, que tanto nos emocionan, nos hacen reir como cuando eramos chicas.
Te quiero mucho.
Graciela