Después de tantos días vuelvo a escribir en mi Blog.
No se como hacerlo, me encuentro bloqueada, pero aún así, con ganas de volver a retomar. Respiro hondo… y preparo el terreno para recuperar a aquella que vuelve, en cada entrada a dejarles un pedacito de su vida.
Hoy quiero compartirles un hermoso Cuento de Mamerto Menapace, Monje Benedictino en Los Toldos provincia de Buenos Aires.
El Cuento lleva el nombre “Morir en la pavada” espero que lo disfruten por sobre todo con el corazón.
Una vez un catamarqueño, que andaba repechando la cordillera, encontró entre las rocas de las cumbres un extraño huevo. Era demasiado grande para ser de gallina. Además hubiera sido difícil que este animal llegara hasta allá para depositarlo. Y resultaba demasiado chico para ser de avestruz. No sabiéndolo que era, decidió llevárselo. Cuando llegó a su casa, se lo entregó a la patrona, que justamente tenía una pava empollando una nidada de huevos recién colocados. Viendo que más o menos era del tamaño de los otros, fue y lo colocó también a éste debajo de la pava clueca.Dio la casualidad que para cuando empezaron a romper los cascarones los pavitos, también lo hizo el pichón que se empollaba en el huevo traído de las cumbres. Y aunque resultó un animalito no del todo igual, no desentonaba demasiado del resto de la nidada. Y sin embargo se trataba de un pichón de cóndor. Si señor, de cóndor, como usted oye. Aunque había nacido al calor de la pava clueca, la vida le venía de otra fuente.Como no tenía de donde aprender otra cosa, el bichito imitó lo que veía hacer. Piaba como los otros pavitos, y seguía a la pava grande en busca de gusanitos, semillas y desperdicios. Escarbaba la tierra, y a los saltos trataba de arrancar las frutas maduras de los árboles. Vivía en el gallinero, y le tenía miedo a los cuzcos lanudos que muchas veces venían a disputarle lo que la patrona tiraba en el patio de atrás, después de las comidas. De noche se subía a las ramas del algarrobo por miedo de las comadrejas y otras alimañas. Vivía totalmente en la pavada, haciendo lo que veía hacer a los demás.A veces se sentía un poco extraño. Sobre todo cuando tenía oportunidad de estar a solas. Pero no era frecuente que lo dejaran solo. El pavo no aguanta la soledad, ni soporta que otros se dediquen a ella. Es bicho de andar siempre en bandada, sacando pecho para impresionar, abriendo la cola y arrastrando el ala. Cualquier cosa que los impresione, es inmediatamente respondida con una sonora burla. Cosa muy típica de estos pajarones, que a pesar de ser grandes, no vuelan.Un mediodía de cielo claro y nubes blancas allá en las alturas, nuestro animalito quedó sorprendido al ver unas extrañas aves que planeaban majestuosas, casi sin mover las alas. Sintió como un sacudón en lo profundo de su ser. Algo así como un llamado viejo que quería despertarlo en lo íntimo de sus fibras. Sus ojos acostumbrados a mirar siempre el suelo en busca de comida, no lograban distinguir lo que sucedía en las alturas. Pero su corazón despertó a una nostalgia poderosa. ¿Y él, porqué no volaba así? El corazón le latió apresurado y ansioso.Pero en ese momento se le acercó una pava preguntándole lo que estaba haciendo. Se rió de el cuando sintió su confidencia. Le dijo que era un romántico, y que se dejara de tonterías. Ellos estaban en otra cosa. Tenía que ser realista y acompañarla a un lugar donde había encontrado mucha fruta madura y todo tipo de gusanos.Desorientado el pobre animalito se dejó sacar de su embrujo y siguió a su compañera que lo devolvió a la pavada. Retomó su vida normal, siempre atormentado por una profunda insatisfacción interior que lo hacia sentir extraño.Nunca descubrió su verdadera identidad de cóndor. Y llegado a viejo, un día murió. Sí, lamentablemente murió en la pavada como había vivido.
La mayor ignorancia sólo se nutre de las mentes cerradas.
Este cuento nos invita a la reflexión de que debemos atrevernos a ver más allá de lo que nos han enseñado, y a oír a las personas aunque no piensen igual que nosotros.
Tenemos que atrevernos a mirar dentro nuestro y ver allí nuestras capacidades porque si no lo hacemos nos quedaremos parados en el mismo lugar, sin hacer aquello que nos engrandezca como PERSONAS.
Debemos ser nosotros mismos, debemos ser ORIGINALES y no ser copia de nadie.
Cada día es un desafío para no vivir y morir en la pavada.
Siento que estaría bueno hoy preguntarnos, luego de la lectura de este cuento:
¿Que sueño estoy postergando?
¿Cuál es mi fuente de vida?
¿Hacia dónde me lleva mi entorno?
¿Qué cosas me están atando a una vida sin “vuelo”?
¿Qué cosas hago solo por complacer al otro?
¿Insito yo a otros a vivir en la “pavada”?
¿Soy generador/a de discernimiento para la vida de los otros?
Sólo te deseo de corazón que te atrevas a buscar las respuestas, Y NO VUELVAS HOY TU MIRADA AL SUELO .